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A finales del año 2012, Pablo Salazar le envió una carta a Juan Sabines en donde le menciona que “no habrá desquite” por haberlo enviado a la cárcel y menciona que renuncia a sus derechos para acudir a los tribunales a exigir reparación de daños.

Aquí el texto íntegro de la misiva:

Juan:

Celebro que en el último tramo de tu administración hayamos alcanzado, al fin, una coincidencia: cerrar de una vez por todas el capítulo de la confrontación que nos enfrentó durante tu gobierno.

Esta decisión traerá sosiego a más de 54 familias que desde junio del año pasado lo perdieron.

Me queda claro que en toda negociación, ni las ganancias ni las pérdidas pertenecen a una sola de las partes.

En este caso, si bien es cierto que la justicia federal consideró tanto mi inocencia como la de mis compañeros en los procesos emblemáticos, también es cierto que la llamada “mesa de reconciliación” hizo su parte para abonar a la solución definitiva.

En mi experiencia como coadyuvante del diálogo celebrado entre el gobierno federal y el EZLN, los zapatistas me enseñaron una fórmula inteligente: “aunque hayan pérdidas en la negociación, hagamos todo para aparecer como ganadores”, nos decían.

Esta pauta merece aplicarse al caso.

¿Que tengo agravios?, ¡ por supuesto!, y muchos; ¿que mi imagen fue lastimada?, claro que lo fue; ¿que el daño alcanzó también a mi familia?, es público.

Sin embargo, y a pesar de ello, por el fin de cientos de personas bajo sufrimiento, he decidido dar vuelta a esta página y poner punto final.

Lo hago sin rencores ni apetito de venganza o revancha. Mi fortaleza espiritual me ha permitido sanar de esas heridas.

Por eso escribo esta carta para darte la seguridad de que no habrá desquite. Renuncio -y en ello empeño mi palabra y mi honor- a cualquier legítimo derecho que me asista para acudir a los tribunales a exigir reparación de daños.

No lo haré, te lo afirmo y te lo firmo.

Sólo te pido que consideres a mis compañeros que perdieron mucho.

Quédate con la tranquilidad de que no invertiré mi energía en litigios contra el pasado.

Cerrados mis expedientes, ¿qué te ofrezco y qué no?

Ofrecerte que seremos amigos sería un acto de aborrecible hipocresía que no estoy dispuesto a cometer.

Te ofrezco, eso sí, que no seré tu enemigo. Bórrame de tu lista y cuídate de otros.

Este es mi punto final.

Te deseo éxito en tu nueva vida, y, bienvenido al club de los ex gobernadores.

Atentamente.

PD. Alguna vez te dije que con frecuencia, en política, el mensaje es el mensajero. Al no aceptar a nadie más que a mi propio hijo Pablo como mi único representante, te envié también un mensaje: viene de lejos como lejos llegará.

Vía: http://psmendiguchia.blogspot.mx/

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