Huipil de San Andres Larrainzar - Foto: Karen Elwell

Huipil de San Andres Larrainzar – Foto: Karen Elwell

Uno de los productos más bellos y conocidos del arte chiapaneco son los textiles. Además de su atractivo colorido y de sus bellas formas, los textiles que las comunidades indígenas chiapanecas hacen hoy en día provienen de una tradición muy antigua; esto permite rescatar formas, colores e incluso creencias de los pueblos de la zona.

La palabra textil proviene del latín textiles y se refiere a toda clase de confección realizada a base de un tejido. Confeccionar un textil es una de las actividades más antiguas. La humanidad, al tener la necesidad de cubrirse de los embates de la naturaleza y el clima, tuvo que desarrollar una tecnología para obtener abrigo y protección para su cuerpo.

Poco a poco, una actividad básico como ésta fue tomando vida propia; ya no sólo se trataba de cubrirse, sino que el descubrimiento de nuevos materiales y colores permitió que los textiles y la ropa se convirtieran en una oportunidad para experimentar colores y diseños, y se transformaron también en símbolos de estatus social y poder.

Los restos del tejido antiguo en Chiapas

Un textil nos dice mucho acerca de quien lo porta y de la comunidad en la que fue realizado, ya que podemos conocer, además de creencias y símbolos, los materiales de que disponen, las técnicas que conocen y sus intereses estéticos.

En la actualidad se conservan muy pocas muestras de textiles antiguos, debido a que el material orgánico con el que fueron elaborados, a partir de fibras vegetales, tiende a descomponerse y desaparecer. Por fortuna en Chiapas se han encontrado restos de textiles que, gracias a condiciones particulares de temperatura y humedad, no se perdieron y nos permiten tener una muestra de las prendas que confeccionaban los antiguos pobladores el estado.

Textil de Tenejapa -  Foto: Karen Elwell

Textil de Tenejapa – Foto: Karen Elwell

Algunos fragmentos de textiles prehispánicos, se exhiben en el Museo Regional de Chiapas, en Tuxtla Gutiérrez, fueron encontrados en cuyas condiciones hicieron posible conservarlos a través de los siglos. Una de éstas es la de la Garrafa, en la que se hallaron, además de una momia infantil y otros elementos que la acompañaban como ofrenda mortuoria, un huipil de niña teñido en azul, una manta y una camisa que han sido fechados en el siglo xv por los arqueólogos.

Cerca de Comitán se encuentra la cueva de Chiptic, en la que también se hallaron fragmentos de textiles antiguos. El arqueólogo Blom escribe que encontró “una pareja de largas piezas de algodón, decoradas en colores”. El textil de estos fragmentos, al parecer, fue pintado después de tejido con una técnica similar a lo que conocemos actualmente como batik.

Se sabe que en Chiapas se utilizaban plantas como el añil silvestre, del que se obtenía un color azul, y el achiote, del que se podía obtener un anaranjado rojizo a partir de sus semillas. Los colores se extraían principalmente de las plantas, aunque también se usaban pigmentos minerales y animales.

Las cuevas chiapanecas, pues, nos han dejado un legado importante: la conservación de pequeños pero valiosos fragmentos textiles que nos dan una idea de lo que los pobladores antiguos de esta zona hacían con sus hilos.

Con el hilo de la vida en sus manos

Aprendiendo el arte del textil - foto: llhuicamina

Aprendiendo el arte del textil – foto: llhuicamina

Las niñas indígenas chiapanecas son instruidas desde pequeñas en el arte de tejer y se les enseña el proceso de fabricación de un textil. En el caso de la lana, la instrucción comienza a partir del momento en que el animal es trasquilado y la lana es sometida a una serie de procedimientos para poder hilarla y tejerla: se limpia, después se lava con una planta saponaria o jabonosa, para posteriormente hilarla, y teñirla si así se requiere. Muchas comunidades crían sus propios borregos, pero compran lana trabajada por otros para hacer prendas que serán vendidas. En pocas palabras, el proceso de la vestimenta es cuidado desde la recolección y el procesamiento de los materiales, y a cada una de las etapas se le dedica tiempo y cuidado. Esto demuestra la importancia que el trabajo de la tejedora, que empieza a serlo desde niña, tiene en la vida del hogar y la comunidad.

La admiración que la vestimenta indígena nos provoca, con sus formas y colores, es producto de este arduo trabajo. Son muchas las prendas que las comunidades hace, pero quizá las más conocidas sean los huipiles, túnicas sueltas sin mangas, compuestas de dos o más lienzos. Algunos son cortos, para cubrir únicamente el torso. Otra pieza fundamental de la vestimenta femenina es el enredo (una especie de falda) que, como su nombre lo indica, es una pieza de tela que se enreda alrededor del cuerpo de la mujer y que puede sostenerse por sí sola o sujetarse con una faja. En la vestimenta masculina chiapaneca podemos destacar el uso del cotón, que es una especie de jorongo, generalmente hecho de lana, sin mangas y con una abertura para la cabeza. Existe otra prenda muy similar, pero con mangas, llamada chamarro, y que funciona como un abrigo para cubrirse del frío.

Bibliografía: Gobierno del estado de Chiapas: “Chiapas el hallazgo de un tesoro”, terracota, junio 2010.

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