La ceiba calla, su silencio es un rezo de diosa maya.

La ceiba pentandra es uno de los árboles más grandes y de más rápido crecimiento en los trópicos del mundo, por eso se dice que es una especie pantropical. Puede alcanzar sesenta metros de altura y existe en todas las regiones tropicales del planeta. Dentro de las distintas culturas mesoamericanas es considerada un árbol sagrado. En el Chilam Balam, el libro de los libros sagrados mayas, se cuenta que el cielo se desplomó después de pasar por distintas etapas de creación y destrucción de los hombres; los dioses encargados de sostenerlo colocaron un árbol ceiba en cada esquina del plano terrestre: una ceiba amarilla en el sur, una blanca en el norte, una roja en el este y otra negra en el oeste. En el centro del plano terrestre y como eje del universo fue sembrada Yax Imix Che, la Gran Madre Ceiba, una ceiba verde.

Dispuesta en el centro del cosmos la Gran Madre Ceiba atraviesa los tres planos de la creación. Sus raíces se hunden en el inframundo y su tronco pasa por el plano terrestre, habitación de los hombres; su follaje sube y se dispersa en el plano celeste, donde habitan los dioses. La imagen del árbol cósmico en el centro del mundo es una de las más representativas de la cosmovisión maya. Las hojas de la ceiba se pueden reconocer porque tienen la forma de una mano y sus frutos, como cápsulas, están llenos de semillas envueltas en un algodón llamado kapok, que se usa para rellenar almohadas, colchones, chalecos salvavidas y una gran diversidad de cosas. Su madera es suave y ligera, con ella se fabrican desde cajas para empacar hasta botes para navegar. Su corteza, hojas y flores son frecuentemente utilizadas en la medicina popular.

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