Ocozocoautla, Chis; 08 de diciembre.- Con la voz agitada, y las palabras entrecortadas porque la saliva que no alcanza a humectar la garganta de un profesor que describe el enfrentamiento, se sintió el terror que se vivió en la carretera que conduce a la Escuela Nacional de Protección Civil en Chiapas. Un manifestante caminaba buscando el rumbo de las acciones que se tomarían luego que policías federales, de la Gendarmería y Ejército Mexicano, lanzaron gases lacrimógeno a los profesores que de forma pacífica trataban de impedir el acceso a la sede de la aplicación de la evaluación nacional. “Compañeros, en este momento sobrevuela un helicóptero”, comunica el manifestante entre los ruidos de los gritos, las zancadas de la gente corriendo, y el característico sonido de las alas rotativas de la aeronave.
El caos se desborda entre personas que enfrentadas, se agreden con cohetones y bombas de gas, defendiendo, por un lado, la imposición de una evaluación que contraviene a toda corriente crítica de la pedagogía y la educación, mientras que por el otro, elementos obedecen a quien les paga un sueldo quincenal, así como a los que atacan, pero estos últimos viajaron por avión. Cual animal asustado por un sonido fuerte, la gente corre, algunas veces sin saber por qué, solamente reaccionan ante la penumbra que filtra los rayos del sol, es la neblina del Llano San Juan combinada con el gas que ahoga, agrede, ofende la dignidad de los profesores que defienden el autoritarismo priísta, un efecto “colateral” tolerable para los que reforman hacia el neoliberalismo, a la educación de calidad, privada de calidad. Ese mismo halo de luz blanca, filtrada por la condensación del agua y que no deja ver a más de ciento cincuenta metros, es casi el escondite del uniforme del enemigo atacante, que aparece cual guardia de una película de ciencia ficción. Se vuelve a escuchar el helicóptero que ronda los cielos de la zona de guerra.
El tramo carretero, a ratos está silencioso, es una sordera incómoda en la que los pensamientos más absurdos pueden ser posibles, los gritos y el caos son posibles, la muerte es real. La pregunta gira en la cabeza de quienes corren, ¿qué más va a pasar?, mientras las mantas los anuncia como adheridos a la Sección 7 del Sindicato y Coordinadora Nacional de Trabajadores del Estado (SNTE y CNTE). Muchos de los manifestantes quedan anonadados, algunos se quedan pensativos, otros mientan la madre y gritan oprobios contra aquellos que dan la cara pero la esconden con el uniforme, los separa el hecho y los une su condición.
De repente se escucha, “las compañeras están maltrechas por recibir gas lacrimógeno”, mientras los líderes, algunos planeados y otros autonombrados, después de haberse replegado deciden cómo responder al ataque de los elementos que resguardan la seguridad, aunque con la lógica de la ley del más fuerte. Uno de sus compañeros, David Gemayel Ruíz Estudillo, acaba de fallecer arrollado por las llantas de un autobús de la línea Aexa que los mismos manifestantes habían retenido, defienden que los policías fueron los culpables, las autoridades alegaron que fue la pérdida del control de la situación la que provocó la muerte de uno de los profesores. ¿Qué más da? Es un efecto colateral nada más para las autoridades, la aplicación de la evaluación fue todo un éxito. Ricardo Aguilar Gordillo, titular de la Secretaría de Educación Pública, afirmó que más de 73 por ciento de los profesores acudieron a la evaluación.
Para ellos fue un trago amargo nada más, el tono de los hechos se leyó casi con gusto, los fulanos son tan amables que instalaron literas para que desde el lunes, quienes sí aplicarían la evaluación, durmieran en paz con guaruras públicos. Finalmente, el caos se detuvo, tal vez voluntariamente por ambas partes, sin embargo esto empezó hace mucho y terminará dentro de otro buen rato, mientras tanto, hacían cercos, con espacios asignados estratégicamente y por instinto, y observaban el cuerpo tendido sobre el asfalto que fue cubierto con una manta por el qué dirán. Los buenos que trabajan como malos, lograron su cometido, se resguardó la evaluación pero con el valor de una vida de por medio, que atropellada por quien haya sido, no debió morir. Durante los hechos, seis personas fueron detenidas, Alexander Lázaro Vicente, Óscar Oliver Espinoza Arguello, Eduardo de Jesús Bolaños Nangusé, Jorge Luis Guzmán Siú, Faustino Gómez Hernández, y Luber Lauro López Domínguez, quienes tendrán que enfrentar un proceso maniatado que no dependerá de lo que declaren ni de los hechos ocurridos, si no de los que ocurrián.