SIN ATADURAS
Aprendí a llamarme poeta.
Navegué en barcos de papel.
Su brújula me llevó siempre al norte.
Diosa Blanca dio a mi lengua
libertad de pájaro.
Así mi corazón nunca fue esclavo.
Canto desde entonces,
cantaré en mis cenizas
copos de nieve
sobre techos blancos,
o milenaria selva.
Vierte en mis ojos esperanza.
De todo doy presencia.
De las canteras del sumidero, el espíritu.
De la eclosión del Chichonal:
de su lengua de fuego
vapores de azufre.
Doy presencia,
porque ahí estuve.
Atisbé el encuentro
de hombre y naturaleza.
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