Los versos en tu vida
se disfrazan en cadencias curvilíneas
del espacio figurado
y sin sentido,
donde solo existes tú,
cuadriculada con la música del alma,
que sueña sobre el menguante paralelo
de tus ojos bañados en plata, en oro,
rezos, truenos y escalofríos serenos,
la entraña caudal de esta mortalidad pasajera.
basada en la retórica uniforme, ambigua
al vértice instantáneo de tus labios exquisitos,
visten de nirvana los deseos frágiles,
dentro de esa mirada titánica y tu cuerpo tirso,
lleno de néctar, de vino bendecido por Dionisio
procedente de Júpiter,
y sumergida en el tercer planeta,
páramo del caos,
elemento viviente.
mujer natural de amarte,
aleatoria a mis anhelos,
a deseos estrellados,
sobre tu piel de universo
inconciente a tus ojos taciturnos
arrullo brillante a este amor geométrico,
¿ Y qué es el amor?
si no una simplicidad de la especie,
en lo complejo de una conciencia.

Noches lunares,
tinieblas celestes,
mundos que pausadamente
esperan arcanos tu llegada ausente,
y la presencia infinita de Ánglae
sobre tu alma de diosa en el olimpo
cortesía de Zeus,
deidad,
amor,
gracia en la Pandora de mi vida
suspendido entre el arco de tus brazos
y la saeta de tus ojos,
reinvento mi alma en la savia de los sueños ,
con el canto de las odas
el la poesía sempiterna de tu cuerpo.

C. ALBERTO PALACIOS

Los días pasan inútiles,
Recorren afónicos la existencia nerviosa,
Penetran los sueños
Y se visten marginados.

En locuras que flotan,
Y pintan el abismo
Con los sueños
Recorriendo el umbral de los quebrados.

Los días inútiles
Pálidos, frágiles, inertes,
Se adhieren miserables
A la corteza de la esencia misma
En estrías de aliento.

Los días pasan
En un sueño etéreo,
Con el tabaco de los años
Sin nombre, sin dirección.

No se piensa ni se juzga
Los días pasan,
Como la gente también lo hace;
Sobre los hombros de gusano,
Los ojos rastreros,
Sobre el cuerpo de insecto,
Los días pasan,
Y las pupilas
Se dilatan cada vez más…

C. ALBERTO PALACIOS

Ayer, las oraciones a Dios cobijaban
Tus anhelos rosas y las flores,
La luna desvelada
Era el centinela de tus sueños.

El sol acariciaba el rostro en las mañanas
Maquillándote una sonrisa por las tardes
En las pupilas de tu aliento.
Con sabor a chocolate.

La gotera de las horas
Se escondía entre las hojas de tu piel,
Eternizando tu imagen
En el jardín de la heredad.

Hoy, un motivo cautivó tu palpitar
Derramando dulce amor
En la naturaleza infinita de tu estirpe.

Recuerdos que eternizan la piel tatuada
De ilusiones disfrazadas de corolas miel,
Sacian de virtud el alma
Y te dan un motivo más
Para volver a nacer.

C. ALBERTO PALACIOS