Los poetas no tienen biografía; su obra es una biografía
Octavio Paz.
Cuáles son las razones que llevan a un hombre a plasmar sobre papel sus pensamientos. Independientemente de cuáles sean estas, que por lo general siempre son personales y poco interesan al lector, el proceso creativo implica más que tomar un lápiz y echar a volar la imaginación. Llevado a la práctica es algo así como vomitar sentimientos e ideas, ordenarlos o incluso desordenarlos.
Retomando las palabras de Octavio Paz, me atrevo a decir que dentro de la compilación de escritos titulados “El zumbido de las moscas” hallaremos más que un cumulo de palabras amotinadas con el fin de distraernos un rato de la calamitosa tarea de existir, sumergiéndonos en el mundo que nuestro escritor a esbozado para si mismo.
Daniel Saborío es un escritor irreverente, ya lo había dicho antes José Arévalo. Mitómano por profesión y no por naturaleza, inventa una realidad que dista de la cotidianidad, en donde los marcos y los buenos modales quedan fuera, en donde solo hay sitio para el instinto, ese que finalmente viene a derruir todo esfuerzo social por conducirnos moderadamente.
Mago de la palabra, toma clases con los inmortales, bebe del vino de Baco, desnuda sus líneas en las arenas de la inmortalidad y se burla de la muerte inyectándole la ponzoña de su veneno, juega con las emociones y escupe versos indecentes, estructura cuentos de cunas para novias cualquiera, o bien juega con nuestro morbo regalándonos una sinapsis autorreferencial, permite que con su prosa nos vistamos el traje de voyeristas que le suministrara el placer inevitable para seguir la romería por este mundo, y de este modo regalarnos sus aventuras, las cuales decodificaremos en su obra.
En fin, palabras más palabras menos. En conclusión la última palabra la tiene el lector, ese que es juez y parte de todas sus andanzas.
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