Por: Antonio Hernández
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La llegada de Todos los Santos, como se dice en Copainalá y sus comunidades, es sinónimo de fiesta, alegría, algarabía, y la carga significativa que para los Zoques tiene el “Día de Muertos” es el resultado de arraigo en cuanto a creencias religiosas, muchos años de cultura y tradiciones vivas.
Esta tradición de hacer velas, expresan los adultos mayores inicia debido a que hace muchos años no tenían dinero para comprar las velas como ahora, en aquellos tiempos, todos participábamos en la elaboración, hermanos, papá, mamá, hijos, nietos en fin toda la familia, la veladora representa la luz que guiará el camino de nuestros difuntos.
El ritual
La convocatoria la hace una persona en especial, normalmente se dan cita en las ermitas (iglesias) todos los habitantes de la comunidad llevan pabilo y parafina. La tarde-noche es perfecta para iniciar con un rezo para pedir por las almas y que la luz de estas velas guíen el camino de sus seres queridos.
Primero del pabilo, se cortan y se sacan las medidas, aproximadamente 20 centimetros; al costado agua fría, y suficiente paciencia, los hombres toman aguardiente (trago de caña) y las mujeres bebida de pinol con guineo (atole de maíz y plátano), en la cocina se preparan caldo de res o pollo, tortillas a mano, café o té de limón, todo esto para aguantar y mantener la paciencia ya que se necesita de tiempo y calma para elaborar las velas.
Acompañada de una jícara (recipiente) se comienza a bañar al pabilo, se repite tres veces y después al agua fría, se coloca en una tabla para que no se enrede y vaya agarrando su forma, así se repite muchas veces hasta que la vela agarra forma y se pueda parar.