ARMADURA.

Te vi llegar,
por la ventana de los ojos
con ese cadencioso caminar que solo tú conoces,
no dije nada
y te cerré las pupilas en la cara.

No sabía si eras respuesta a la pregunta
si eras profecía enamorada
o el sortilegio de mi vida,
no sabía nada;
el conjuro del aliento no eres tú, decía
más el anzuelo de tu falda, el aroma de tu piel
y tus besos que algún día me distes en el aire,
se engarzaron fuertemente en la armadura.

Esa madrugada vaporosa de nieve y fuego,
recostado estaba en el balcón
de caoba marchito en el tercer piso,
donde tercamente noche a noche
te esperaba,
sin saber si llegarías,
con las manos rotas por la ausencia
y mi corazón en pedacitos
era una víctima más de tu retrato.

Tu balcón estaba frente al mío,
éramos como dos almas gemelas y a la vez nada,
esa tarde por descuido,
dejaste entre abiertas las cortinas de tu alma
te vi llegar,
con la vela casi extinta
y en una oración no concluida.

Poco a poco te quitabas la piel y tu envoltura,
la luna y sin decir nada tallaban tu escultura
mientras bailabas al compás de la agonía
tu cuerpo seducía mi piel cada vez más.

De pronto,
algo ocurrió,
vì una sombra moverse en la ventana
pretendí ignorar la escena mancillada
fue un desprecio, una burla disfrazada
era otro paria en mi lugar;
esa noche fuiste alquilada como una mariposa
fue dolor y muerte,
fantasía y locura
oxidaste la armadura,
arrebatándome las alas
sin juzgar la nostalgia de esa noche
aun seguía enamorado,
cerré la ventana y grite,
¡quería odiarte!
más no comprendía que solo hacías tu trabajo.

C. ALBERTO PALACIOS
25 DE OCTUBRE DEL 2006

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