CAFÉ, CAFÉ.

Los latidos taciturnos
vertidos sobre tu cuerpo de Artemisa
sobre tu humanidad efímera
que nunca he comprendido.

las novilunias orbitas centinelas de tu alma
presumen conocer la molécula extraviada
de tu vida, sobre la piel del tiempo.
Ni tu mirada de luciérnaga sobre mi cuello,
Ni tu boca adormecida por la aurora de mis labios,
Que sueña,
sueña mi niña adolescente
con ese aliento térmico, cautivo de tí,
que no te dicen ni siquiera nada,
y las manos silenciosas te aventuran a mi boca
cuando mi esencia recorre las pendientes de tu cuerpo,
te observo y me enamoro de tu espíritu espontáneo
cierro las ventanas de mi rostro,
mientras adormezco la mejilla sordo muda sobre tu pecho,
y sobre tu piel del clorofílico capullo.

Descanso en cada eslabón sujeto al tercer piso de tus días,
sobre el cosmos instantáneo de tu pelo,
adormezco la calma sobre ese romanantico deseo indeleble
de ese amor a primera vista
y la ilusión arrodillada
esperando encontrar el camino hacia tus sueños,
tu presente sobre mi almohada
de néctares deslizados por los cardinales de tu falda
seducido por el cáliz de tu boca
o de alguna silaba extraviada en mi recuerdo,
no se,
si sea la sonrisa disfrazada de gesto,
o este amor diurno, anfibio, lila o de caracoles,
de luna,
anestesiando mis noches
con tu aroma café, café.

C. ALBERTO PALACIOS R.

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