Por PRODEFA
Temas: Chiapas

PRODEFA les narra esta tierna historia que no es más que lo que a diario sucede en los rastros, para cubrir una necesidad: Nuestra alimentación en la que predomina la carne, cuyo abuso más bién nos enferma. Por nuestra propia salud podríamos comenzar por incluir en nuestra dieta, más frutas, verduras, semillas, etc. y disminuir la ingesta de carne, más adelante cuando estemos totalmente convencidos optar por el vetetarianismo.

Clavel era una vaca como todas las de su especie: buena, tranquila, de grandes ojos negros con que miraba contenta todo lo que pasaba a su alrededor: el hombre que venía a ordeñarla, las abejas que volaban de flor en flor, la tiuca que cantaba al amanecer y los niños que jugaban en el prado al regresar de la escuela.

Pero más que nada Clavel miraba a Clavelín, su ternerito de pocos meses que había nacido en una noche de lluvia, bajo el viejo sauce, con dificultades y dolores porque era su primer hijo.  Clavelín era un ternero robusto, sano, criado con la rica leche de su madre, y ésta lo quería con todo el cariño que Dios ha puesto en el corazón de las madres.  Clavel y Clavelín vivían felices juntos en el campo hasta que un día, de madrugada, un camión se detuvo delante de su corral, dos hombres se bajaron, amarraron una cuerda al cuello de Clavelín y echaron al ternerito encima del vehículo.  Clavelín, aún medio dormido, apenas se dió cuenta de lo que sucedía y sólo lanzó un lastimero quejido.

La pobre Clavel pensó que unos ladrones querían robarle a su hijo y empezó a mugir desesperadamente, pidiendo auxilio.  Pero en eso apareció el mismo patrón y, pasando otra soga por el pescuezo de la vaca, la hizo subir también al camión, pegándole con un grueso palo para que se apurara.

Clavel no alcanzó a comprender por qué su buén patrón la trataba así; su mente simple e inocente no podía saber que la bondad de los hombres, por lo general, termina allí donde comienza su BILLETERA.  Cuando los dos estaban sobre el camión, éste arrancó fuerte y la pobre vaca resbaló, golpeándose contra un fierro de la baranda, que le abrió una profunda herida, pero Clavel no hizo caso de sus dolores; lo único que le preocupaba era Clavelín que temblando de miedo, apenas podía sostenerse sobre sus patas. Cariñosamente, la vaca le pasó la lengua por el lomo como para tranquilizarlo, a pesar de que ella misma se sentía presa de una espantosa angustia.  Varias veces se detuvo el camión para cargar otros animales, hasta que al fin había ocho vacas apretujadas de modo que no podían moverse y además cinco terneritos arrimados contra la baranda delantera.

Continuará.

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