Una propuesta para reforestar la ciudad

Usted lo sabe, señor gobernador Manuel Velasco.

Lo sabe muy bien porque logró la gubernatura de Chiapas a través de un partido Verde y Ecologista donde, estoy seguro, sus miembros son instruidos en materias relacionadas con el medio ambiente. Usted sabe que los árboles captan el bióxido de carbono y lo transforman en oxígeno. Que la pérdida de bosques y selvas en el mundo, con el consecuente efecto invernadero, tienen a nuestro planeta con climas descontrolados y calor en aumento.

Sabe usted, gobernador, que los árboles evitan el deslave de las montañas, pues abrazan con sus raíces el suelo; que son barreras contra el viento, el ruido y el polvo. Que sus ramas y tallos y hojas y sombra permiten la vida de otros seres: hongos, insectos, pequeños mamíferos, musgos, enredaderas, aves, reptiles. Todos estos se quieren, y se devoran, en perfecto equilibrio y sin rencores. En este sistema la tierra está viva: respira con lombrices y cochinillas y el agua de la lluvia se filtra por caminos de hormigas y reabastece manantiales y ríos subterráneos. De esa agua bebemos.

Chiapas, gobernador, es el Estado de la República con mayor biodiversidad: aventajamos por mucho al resto de las entidades. Basta pasear por el Zoomat para darnos una pequeñita idea de nuestra grandeza. Usted lo sabe también, pues ha recorrido todo el territorio. Conoce cascadas, lagos, bosques de niebla, selvas tropicales, selvas secas, selvas de pino, manglares: una locura de diversidad y maravilla de la montaña al mar.

TuxtlaY entonces, gobernador, ¿por qué no hacer de Tuxtla Gutiérrez la Capital más selvática de México, la exuberante ciudad modelo para Chiapas y el resto del país? Bastaría con sembrar árboles nativos: cupapé, sospó, ceiba, cedros, guanacaste, zapote, amate, chicozapote, totoposte, canelo, capulín… ¡La lista es larguísima! Usted sabe lo que vendría después: que buscando alimento y abrigo y sombra, otros seres nativos harían de esos árboles sus hogares. ¿Puede usted imaginar la algarabía de voces y colores, el exotismo en la salvaje y natural Tuxtla?

Pero, señor, Tuxtla se está convirtiendo en una ciudad cada vez más gris y calurosa. En Libramientos y muy principales avenidas, en vez de árboles sus colaboradores están sembrando cemento, toneladas de cemento y piedra. ¿Lo ha visto usted, gobernador? ¡Donde pudieron sembrar árboles, tendieron cemento! Levantaron el adoquín (donde si se filtra el agua) pero no para reforestar, sino para anular toda posibilidad de que crezca la vida natural. La semilla que transporta el viento, la semilla que siembra el pájaro no caerá en tierra buena jamás, la secará el sol, se hará polvo.

Sus colaboradores construyen jardineras de cemento y piedra, que rellenan con grava. Son filosas, pesadas, no darán frescura y, si dentro de ellas crecen árboles, sus tallos terminarán por reventarlas (si es que el árbol no muere antes, aprisionado, o por la menor humedad debido a que la tierra captará sólo un triángulo de agua). En esas jardineras siembran plantitas de patios de oficina, que poco tienen que ver con el ecosistema local. Le apuesto, gobernador, que al menor descuido, en tiempos de seca, van a morir.

La plomada

En ocasiones los albañiles se equivocan, las bardas les salen torcidas y se defienden diciendo que tal vez fue que el plomo salió defectuoso, que apunta chueco. Pero hay cosas para las que, estos profetas de barrio, no yerran. Don Rósemberg es uno de ellos. Me dijo la semana pasada, mientras viajábamos de Chiapa a Tuxtla: “Don Raymundo, ya lo estoy mirando la gran muertazón: cuando un carro se salga del camino, ¿sabe usté que va pasar? ¡Se van a estrellar contra esos muros de piedra que están poniendo y va ser muerte segura! Ya lo estoy mirando”, reiteró.

 

Foto: Chiapas Paralelo

Foto: Chiapas Paralelo

Sí, señor gobernador, son todas vías rápidas. Y usted sabe que en ocasiones los autos trepan el camellón. Porque se quedó dormido el conductor, o por un descuido, o por evitar un choque con otro auto, o por esquivar a un perro, o como resultado de la embriaguez… Si ese auto chocara contra una sucesión de arbustos, arbustos sembrados para embellecer la ciudad y proteger a los ciudadanos, el efecto acordeón amortiguaría considerablemente el golpe salvando la vida de los viajeros. En cambio, en un choque contra el muro, esas jardineras de cemento y piedra, rellenas con grava, el golpe será brutal, un sonido seco y destructor: una muertazón, como dice don Rósemberg. ¿No pensaron en esto sus colaboradores? ¿Acaso nunca han vivido la ciudad, vienen de un mundo raro o hay mucha urgencia de comprar cemento por razones que desconoce la ciudadanía? Pareciera que se cavan pozos para que caiga el niño. * (Nota al final sobre este asunto)

Gobernador Velasco, el tantísimo dinero y el esfuerzo humano para sembrar miles de toneladas de cemento pudo ser utilizado para la Gran Estrategia de Reforestación de Tuxtla Gutiérrez. ¡Todavía se puede enderezar la barda, gobernador, decídase a sembrar la semilla que haga de Tuxtlan la capital más exuberante de México, con un efecto expansivo a todo el territorio chiapaneco!

Lo invito, gobernador, pasee un día en auto. ¡Verá tantas áreas susceptibles de ser sembradas! El huizache, el siqueté, el punupunú, el ishcanal, el nancerol, la siempreviva…, y una gran cantidad de hierbas y bejucos nativos podrían crecer en riveras, terrenos baldíos, orillitas de calles, banquetas, parques abandonados. ¡Y qué decir de los animales que pronto vendrían a ocupar esas casas naturales donde hay comida gratis! Con qué alegría nos visitarán las nubes y la lluvia sentirá que cae en buenas manos. ¿No se le alumbran sus ojos claros ante esta posibilidad, señor gobernador?

Contamos con biólogos, jardineros, urbanistas calificados que aman Chiapas, que quieren a Tuxtla. Ellos, en esta estrategia verde y ecologista, podrían capacitar al personal del municipio y el municipio a sus ciudadanos a través de los medios masivos de comunicación y en visitas a los barrios. ¡En Chiapas se sigue podando a machetazos! No se cuida que un árbol pueda crecer muy alto, seguir el curso de una y otra rama de tal modo que no afecten los cables. En la ciudad de México, por ejemplo, no hay árboles trasquilados. Conviven altísimos árboles con cables de luz. Aquí se les machetea y terminan muriendo. Los árboles son el sombrero del pueblo, señor gobernador.

Las pochotas

Acabo de recorrer Quintana Roo: vi con admiración, casi con envidia, la sucesión interminable de ceibas, grandes y pequeñas, por los caminos, todas sembradas con mano humana. ¿No tendría que verse así nuestra ciudad capital? Tuxtla de pena, gobernador. Y no lo digo sólo por el caos de las obras recientes. Era de esperarse que usted marcara la pauta, que impulsara su visión ambientalista en la capital y en todo Chiapas. Está sucediendo lo contrario.

Pero no hablo de cosas que usted desconozca, gobernador. Usted ha recorrido más México y más mundo que yo. Es más instruido. ¿Por qué ha permitido, entonces, tantos atropellos contra el ambiente? ¿No le gustaría hacerle honor al verdor de su inclinación política?

Lo escrito, gobernador, nace de una genuina preocupación. No quiero murmurar contra su gobierno y se me haga gris el corazón por guardar silencio. Es mi deber decírselo, como suyo escucharme. ¿Qué tan erradas o tan certeras o tan ingenuas o ignorantes son mis palabras? Dígamelo usted, que me lo diga su gente, que se lo digan al pueblo y que el pueblo participe también en esta carta que, por ser asunto de todos, la he hecho pública.

Gracias, don Manuel Velasco. Y que mi Dios fortalezca su corazón para que gobierne con justicia y sabiduría.

Raymundo Zenteno
Tuxtla de los Conejos, 30 de mayo de 2014

*Este texto fue escrito el viernes por la noche. El sábado, a las nueve de la mañana, una camioneta quedó atravesada en el camellón de Libramiento Norte, pasando Canal Diez, rumbo al oriente. Junto a la camioneta vi a una chica sentada en el suelo, abrazando un perro negro. No parecía herida. En esa parte no han levantado el adoquín. De haber estado ya las pesadas jardineras, la camioneta se habría estrellado contra una de ellas y la muchacha estaría herida, o muerta. Su perro también. Yo lo vi, juro que no miento.

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