EL FANTASMA DEL ORIENTE
Hace muchos años, cuando ia ciudad de Tuxíla, Gutierre: era pequeña. los moradores de la zona oriente de esí; ciudad, contaban con mucho miedo, que por las noche: cuando comenzaba a oscurecer, transitaba un fantasm; acompañado de su perro negro que aullaba lastimeramente.
Una noche, un agricultor trabajador y valiente, de nombre Ezequiel, decidió hacerle frente al fantasma. Salió en si busca y fue así que logró entablar plática con él y quede muy impresionado por su mirada tan fría y su cavernosa voz.
A pesar de que se le pararon los pelos por el miedo, Don Ezequiel le preguntó al espectro, el motivo de su aparición en este mundo y le ofreció ayuda para que terminara su penar.
El fantasma le contestó con una voz tenebrosa, como si saliera del fondo de la tierra, acompañada por el gruñido del perro que no dejaba de acecharlo con sus ojos rojos y centellantes: ¡ Ay de mí! cuando yo pertenecía a este mundo de los vivos, tenía por nombte Pedro Cnanona Cundapí, trabajaba en la agricultura, tenía a mi esposa y a mis cuatro hijos, mí vida transcurría entre la pobreza y el cansancio, pero éramos felices. Mi única riqueza era mi familia y este terreno, aunque árido y poco productivo, era codiciado por un rico terrateniente Don Patrocinio Castellanos. Hacía muchos años que pretendía comprármelo, porque según decían que había un filón de oro enterrado en cierto espacio de mí tierra.
No acepté su oferta; primero, porque ofrecía una miseria, y la otra razón, porque esta tierra me proporcionaba lo poco que comíamos mi familia y yo.
Cansado de mi negativa de venderle, una noche negra y fría de! mes cíe diciembre, ordenó a sus hombres prender fuego a mi casa, sin importar que mis hijos, mi esposa y yo. quedáramos atrapados dentro de las llamas y nos quemáramos vivos. En mi desesperación, a lo lejos escuchaba los aullidos de Cuervo, nii noble perro, que no pudo hacer nada por salvarnos, y que por varios días permaneció en el lugar donde quedaron nuestros restos sin probar agua ni alimento, esperando la muerte para reunirse con nosotros. Desde entonces, mi espíritu y el de mi perro, vagamos por estos matorrales en busca de las almas de mis hijos y mi esposa.
Entonces. Don Ezcquiel le dijo: ¿Dime qué podemos hacer para que encuentres la paz que necesitas?
El fantasma contestó: Que le den cristiana sepultura a los restos de los cuerpos de mi familia, y que este terreno se destine para la construcción de un parque, para que ios niños alegren el lugar con sus juegos y sus risas.
A partir de entonces, volvió la calma al lugar, desapareció el fantasma. Aunque dicen, que algunas noches se escuchan
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