Por PRODEFA
Temas: Chiapas

En 1904, nuestro héroe comiteco, el doctor Belisario Domínguez Palencia, reconocido mundialmente, hombre de gran corazón y valor civil escribió en su periódico el VATE, un artículo que a continuación transcribo. La primera página del original de este artículo se encuentra en su Casa Museo de Comitán. El artículo completo lo incluye en su libro “Toros sí, toreros no”, Dn. Eduardo del Río (Rius).

Este artículo termina con la siguiente INVITACIÓN:

Mexicanos, españoles y vosotros todos los pueblos hispanoamericanos que conserváis en el número de vuestras diversiones, Las corridas de toros: REFLEXIONAD UN INSTANTE y estoy seguro que un instante de reflexión hará brillar en vosotros los sentimientos de benevolencia, de generosidad y dulzura, propios de vuestro carácter; os hará renunciar para siempre a este horrible espectáculo que desdice con el grado de civilización a que habéis llegado y con las ideas de moralidad y progreso que deben reinar en el presente siglo.

Todos los que amen la moral, todos los que se interesen por el buen nombre de su cultura, quedan invitados para seguir tratando este asunto, sin desmayar un solo instante, hasta que se supriman para siempre las Corridas de toros. firma: BELISARIO DOMINGUEZ.

El artículo completo comienza así:

Treinta mil personas de ambos sexos, de todas edades y de todas clases sociales, encuéntranse reunidas en la gradería de un gran anfiteatro y esperan con impaciencia febril.

Vestidos con relucientes trajes, preséntanse de pronto los toreros presididos por el matador.  Un aplauso general los saluda; es una ovación entusiasta a los valientes que van a jugar su existencia para agradar al pueblo.

“¡Saquen el toro! ¡Saquen el toro!”

Imponente, llena de arrogancia, preséntase la enorme fiera. ¡Soberbio animal! Su aspecto infunde terror; ostenta orgulloso su ancho y poderoso cuello; sus ojos centellean, sus agudos cuernos, fuerte como el acero, darán muerte a quien alcancen.  Con las patas delanteras rasca iracundo el suelo.  Mira de uno y otro lado, midiendo sus distancias y calculando quién ha de ser su primera víctima.

Y los toreros, impávidos, alegres,  solicitan cada cual con su capa, el honor del embate.

Momento terrible de ansiedad….con rapidísima carrera precipítase al fin el toro sobre su designada víctima.  En pocos segundos la alcanza y para darle muerte segura hace formidable impulso con toda la fuerza de sus poderosos músculos.  Un agilísimo movimiento pone a salvo al torero. ¡Admirable destreza!  La fiera queda burlada; necesita vindicarse; multiplica sus embates y cada fracaso aumenta su furor.

Vienen las banderillas, varas de madera de cincuenta centímetros de largo, adornadas con listones y flores de papel y armadas en una de sus extremidades de un dardo de hierro de dos pulgadas de largo, con punta encorvada para que no se desprenda.  A un embate del furioso animal, el hábil torero queda ileso y prende a la fiera una banderilla en cada lado de su robusto cuello. (Corre la sangre.)  De furioso, el toro tórnase rabioso, hace movimientos desordenados para desprender los dardos que le desgarran la piel; lanza mugidos horribles de ira y de DOLOR; sus miradas son de fuego; su nariz suelta chorros de vapor; espesa baba corre de su ancha boca.  Quiere matar, matar a todo trance, matar a quien se le presente.

Preséntase un penco caballo, extenuado e impotente, sea por la vejez o por el exceso de trabajo, cabalgado por un picador.  Lo mira el toro, y en su afán de matar, precipítase sobre él.  Pero el golpe que la fiera creía dar, es ella quien lo recibe con la pica.

El toro retrocede compelido por el dolor y sorprendido por tan inesperado ataque; pero matará ¡Matará!  Acomete de nuevo redoblando su empuje.  Esta vez la pica es impotente para contenerlo; esta vez consigue su intento, hunde sus terribles cuernos en el vientre del caballo y lo desgarra.  El penco se encabrita lleno de terror; un temblor convulsivo agita todo su cuerpo; sus tripas se arrastran sobre el suelo y le estorban para huir.

El entusiasmo sube de punto; el toro brama de dolor y de furor.  El caballo relincha de angustia y de dolor y el público aplaude de DELEITE Y SATISFACCIÓN.

Pronto los mono-sabios (toreros que llevan ese nombre) distraen al toro; con mucha maestría introducen las tripas en el vientre del caballo, costuran la ancha herida y colocan al penco nuévamente en línea de combate con la fiera.  Una nueva cornada lo derriba.  Esta vez ya no puede levantarse; queda revolcándose en su sangre y el toro sacia su sed de venganza dándole repetidos golpes hasta arrancarle las entrañas.

El ENTUSIASMO sube de punto; el toro brama de dolor y de furor; el caaballo se agita con las convulsiones de la muerte; la música exalta los ánimos; el público lleno de GOZO Y SATISFACCIÓN, aplaude con frenesí y pide a grandes gritos: ¡Otro caballo! ¡Otro caballo!. Y luego ¡otro! y ¡otro! ESO NO CANSA NUNCA.

CONTINUARÁ………….

COMENTARIOS

 

Tags: , , , ,