Catenaria tras catenaria
El silencio que nos separa
se extiende indefinidamente;
tu voz es un grito distante en el tiempo
que no puedo distinguir,
algo así como un grito que me llama
o como un lamento casi reprimido.
Para escucharte,
tendría ahora que recorrer tu voz
19,200 catenarias -de 50 m cada una-
a través de las deficientes líneas telefónicas;
tendría que desandar el camino para volver a verte
o tenerte a mi lado.
La soledad marca ahora el camino.
No hay esperanzas más delante
porque tu voz se ha apagado.
Calló al fin de cuentas;
de tus labios no pude obtener
nada más que este adiós.
Las catenarias del hilo telefónico
muerden ferozmente mi conciencia;
remarcan la soledad
a la que estoy sujeto
de manera voluntaria.
Este camino no tiene futuro ni destino
porque mi vida se ha quedado en tus labios,
en el sabor de tus besos
y en las palabras que nunca se pronunciaron.
El camino terminó cuando te fuiste.
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