RECUERDOS DE COMITAN DEL SIGLO XIX

En la fiesta de Todos Santos se arreglaba primero los sepulcros de los niños, considerados como angelitos. Se les quemaba cohetes y se les dejaba dulces en los altares, porque la creencia era que si no se hacía esto, el infante se iba al cielo con un dedito parado pidiendo su cohete. Luego, en la fiesta de Todos los Santos se adornaba los altares, se encendía velas y veladoras y, por la noche, se dejaba en los mismos el quinsanto, o sea calabaza, camotes y yuca cocida con panela, elotes y chayotes hervidos, pan, chocolate, cigarros y licor. Todo esto para que los difuntos llegaran a comer y al otro día se intercambiaban bocados de lo que dejaron las almas. El día de Muertos se arreglaban los sepulcros y todo terminaba con una gran borrachera de los vivos. La Semana Santa se dedicaba a la cacería de venados, a la oración y al descanso; y, el Sábado de Gloria, se quemaba al judas.

En las tapiscas, o sea la levantada de la cosecha, se ayudaban las familias entre sí, y en cada casa donde se levantaban las cosechas se quemaba cohetes, comiendo todos los que ayudaban, carne de carnero asado, cocido con verduras o carne de res en la misma forma, tomando copas de aguardiente y ayudando las mujeres haciendo temprano las tortillas y la comida para ir todos a levantar la cosecha.

Las bodas y bautizos reunían a la comunidad en alegre fiesta, se tomaba mucho aguardiente, como el comiteco elaborado con pulque; se comía tamales y se bebía chocolate. Se respetaba mucho el parentesco espiritual del compadrazgo y aún siendo hermanos, al ser compadres ya se trataban de usted; las mujeres sumisas al marido y respetaban a sus suegros como si fueran sus padres, vivían un tiempo en la casa de ellos y después de un año o dos, se separaban y hacían su casa siendo ya el marido un nuevo ejidatario.

© Marta Dolores Albores Albores.

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