El pueblo de «indios» Comitlan

«Segundo nombre de Comitán»

Vivir en «pueblo de indios» fue pro970395_305680319581487_4306840131649068201_nhibido a los españoles; por lo tanto, a lo largo de otro siglo, ninguno residió en Comitán, que caía en tal categoría y así siguió como lugar exclusivamente de tojolabales. No obstante, la situación ya no era la de antes. Trabajos excesivos, nuevas enfermedades y el desmesurado crecimiento del ganado que los europeos habían importado produjeron hambres y disminución de la población.

Cambiaba de la fisonomía Comitán (el sonido «TL» pronto se perdió, porque ni mayas ni españoles lo supieron pronunciar) . Alrededor de una plaza central hubo que construir los edificios públicos: una primera iglesia y una casa de comunidad para las reuniones de la «republica de indios», ya que a partir del siglo XVI, por desición de la Corona española, todos los pueblos de indios debían ser administrados por sus propios cabildos, con sus alcaldes y regidores elegidos anualmente, y un gobernador nombrado por las autoridades españolas.

El primer Gobernador conocido de Comitán fue don Luis de Velasco, un tojolabal que se llamaba igual que el segundo virrey de la Nueva España y que gobernó a lo largo de muchos años. El cabildo comiteco siguió en manos de tojolabales hasta los albores de la Independencia.

Comitán un pueblo de frontera

Además, Comitán se convirtió en un pueblo de frontera ya que el avance colonizador se estancó ante la selva lacandona, y junto con Ocosingo resultó de los últimos lugares bajo el dominio español, allende los cuales comenzaban las tierras de los insumisos. Esta situación tendría un doble efecto. Por un lado, Comitán creció al recibir un segundo barrio por la reubicación del pueblo de Pantla, situado más al oriente; pero tambíen hubo bastantes tojolabales que huyeron y se adentraron en la selva lacandona. Por esta circunstancia, Comitán se vio afectado tanto por incursiones perpretadas por los lacandones como por los ejércitos de los colonos que en sucesivos momentos prepararon en Comitán sus entradas a la selva, porque desde ahí partía un camino al oriente.

En efecto, en el año de 1559 los comitecos vieron en sus calles una gran concentración de soldados españoles con ayudantes chiapanecas vestidos de gala y al obispo Fray Tomás de Casillas, quien vino para bendecir las armas. Los Comitecos no participaron en la entrada; nunca destacaron como grandes guerreros, pero sí como buenos trabajadores, hábiles artesanos y, en particular, músicos. En la expedición siguiente, que se realizó en el año de 1586, 79 comitecos acompañaron a la hueste española sirviéndole de cargadores y guías, porque conocían muy bien la región.

Cien años más tarde, cuando de nueva cuenta se procedió contra los insumisos, los comitecos acompañaron la expedición militar sólo en calidad de músicos. Son acontecimientos que Jan De Vos analiza en su libro la paz de Dios y del rey. No conocemos el número de los habitantes de Balun Canan en vísperas de las invasiones de europeos.

Tradiciones Comitecas

COMITAN ES UNA CIUDAD CON UN PASADO histórico hermoso. Cada templo, cada casa y cada calle guardan un recuerdo imperecedero de sus grandes luchas por la soberanía, y atesora dentro de sus páginas los más nobles sentimientos hacia una organización libre y soberana, aunados en los principios de México y Chiapas.

Hasta el año de 1948 Comitán era una ciudad llena de tradiciones, con costumbres religiosas arraigadas, tranquila por las noches. Casi toda la gente se conocía y se visitaba; todos se ayudaban en sus mutuas penas y alegrías, y se puede decir que la población era como una gran familia que gozaba con sus fiestas de cumpleaños, bodas y bautizos; con sus ferias y paseos de campo los domingos; con las vacaciones en las fincas y ranchitos o las temporadas al llegar las cosechas, las tapiscas, las moliendas o las hierras, tiempo de marcar los animales, tan llenas de alegría.

Las calles estaban empedradas y los techos con teja de barro cubrían con sus soleras hasta media banqueta. Éstas se pavimentaban con lajas lustrosas o piedras de río, en forma de bolas. En cada orilla crecía el zacatito, formando bandas de verdor que se mandaban a quitar cada año. Otras calles eran de pura tierra, en las orillas de la ciudad, donde estaban las casas de la gente humilde, todas rodeadas por sus huertos frutales y con flores por doquier.

Por las calles transitaban mulas, caballos y burros cargando carbón, leña, cal, tablas, tejamanil, todo traído e las rancherías vecinas para su venta.

En ese año de 1948 llegaron las compañías constructoras de caminos El Águila, y La Azteca. Venían a construir la carretera, el extremo sur de un camino que debía atravesar México de una frontera a la otra; una carretera, la Panamericana, que algún día llegaría desde alaska hasta la Tierra del Fuego. El cambio fue notorio. Llegó el progreso y llegaron con él nuevas costumbres. Se hizo ya fácil el traslado de materiales y mercancías. En ese mismo año don Rubén Morales Trujillo puso la primera gasolinera, al borde de la carretera.

Los muebles de baño, como los escusados de tipo inglés y los lavabos, suplieron la letrina con hoyos y el aguamanil de fierro o madera, con su vasija y jarra de peltre o porcelana; después llegaron los refrigeradores y las estufas dejaron atrás los fogones de leña o de hornillas; materiales de construcción como la varilla, el cemento y los mosaicos y azulejos sustituyeron a los adobes, los ladrillos y las tejas por rejas de fierro. Poco a poco el tipo de construcción fue cambiando, las casas crecieron a dos, tres, cuatro pisos, con muebles modernos. Se cambiaron las camas de latón o de madera por un box spring, el confidente y las mecedoras de junco fueron desplazados por pullmans, los roperos de luna hicieron sitio a los clósets.

Para fines de 1950 ya estaba terminada la carretera hasta El Ocotal, hoy Ciudad Cuauhtémoc, en la frontera con Guatemala, aun que el tramo hasta San Cristóbal siguió siendo de terracería. El precio de las cosas fue subiendo con la llegada de los camineros, como se les decía. Ya se podía llevar a vender a San Cristóbal y a Tuxtla Gutiérrez, ya se podían traer detergentes, dibras, productos de belleza, telas de plástico.. hasta la forma de exhibir las mercancías cambió.
 


No hay barrio de Comitán que no tenga su propia tradición. El de Santo Domingo está en el centro mismo de la ciudad.

Durante la feria, era costumbre de los indígenas traer sus muletos a bendecir y era costumbre de la gente ir a verlos. Luego de rezar en la iglesia, cargados de velas, compraban un santito que amarraban a la cola de su bestia. la azuzaban para que saliera corriendo por la calle y cuando se quedaba ya quieta y mansa, era señal de que estaba bendita.

LA INDEPENDENCIA

CUNA DE LA INDEPENDENCIA
COMITAN
En 1813, como resolución a una de las peticiones llevadas ante las Cortes de Cádiz por el representante chiapaneco don Mariano Robles, Comitán tomó el título de ciudad, la segunda de la provincia. En consecuencia, en Santa María de Comitán se dio la convivencia del tradicional cabildo indio con autoridades ladinas, situación que persistió hasta febrero de 1821. Otra de las peticiones en Cádiz fue la autonomía provincial respecto de Guatemala, viejo anhelo de los chiapanecos que se agudizó con la llegada de los ecos de la guerra independentista mexicana. En el proceso de búsqueda de esa autonomía tuvo un importante papel la creación, en 1819, de la Sociedad Económica de Amigos del País de Chiapa, una agrupación de notables ciudadanos preocupados por el progreso material y moral de su terruño.

En agosto de 1821 ya habían llegado a Comitán las noticias de la inminente entrada del ejército trigarante a la Ciudad de México. El día 28 de ese mes, en la misa al alba en la iglesia de San Sebastián, el párroco Fray Matías de Córdova convocó a una misa solemne a las 8 de la mañana en Santo Domingo para tratar la cuestión de la independencia de Chiapas. En ella, Fray Matías arengó a los comitecos para que declararan libre de España a su ciudad.

En reunión posterior, llevada a cabo en la sala capitular del convento, los notables del poblado manifestaron su temor de adelantarse a las autoridades guatemaltecas pero, según la leyenda, fueron convencidos por la intervención de Josefina García, quien propuso que los hombres se quedaran a cuidar las casas, mientras las mujeres partían a la frontera. La memorable jornada concluyó en el cabildo con la firma del acta de independencia de Comitán, la primera de la América Central, que fue secundada el 3 de septiembre por Ciudad Real y el 15, por toda la capitanía de Guatemala.

Acta de la Independencia
La provincia de las Chiapas, unida como el resto de América Central al imperio de Iturbide en enero de 1822, quedó, ante la caída del efímero reinado, en una situación política ambigua, lo que condujo a la convocatoria, en abril de 1823, para crear una junta que nombrase delegados que decidieran su destino. En esa junta, el delegado del partido de Los Llanos.

fue Ignacio Ruiz. La junta se erigió como Provisional Gubernativa, pero fue desconocida y disuelta por Vicente Filisola, comandante de las fuerzas mexicanas, en septiembre de 1823, he-cho que produjo un profundo descontento en Comitán y Tuxtla. Los comitecos Ricardo Armendáriz, Francisco de Villatoro, Domingo Ruiz, José Álvarez, Matías Solís, Narciso Gordillo, Claudio León y Jacinto Arguello proclamaron entonces el Plan de Chiapa Libre el 24 de octubre de 1823 declarando que la provincia era libre e independiente de México y que tenía la facultad para decidir su propio destino.

 

Comitán y la Región de los LLanos
Guía para el Viajero, Roberto Ramos Maza